MÚSICA Concierto en Madrid
Kylie Minogue contra el paso del tiempo
A sus 46 años se reafirma como diva del pop ante 6.000 personas en Madrid
Esta noche la gira 'Kiss me once' se detiene en el Palau San Jordi de Barcelona
Más de 5.000 personas reverencian a Kylie Minogue en Madrid ATLAS
¿Qué hace falta para estar en la cima del pop? ¿Hasta qué punto es posible alargar el concepto de diva? ¿Una cantante de 46 años tiene que seguir usando las mismas armas con las que triunfó cuando tenía 20? A éstas y otras preguntas respondió Kylie Minogue la noche del lunes en su concierto en el Barclaycard Center (el recién bautizado Palacio de Deportes) de Madrid ante unas 6.000 personas. La australiana siempre ha sido un icono con cabeza, una estrella diferente que no sólo vende imagen, también ideas y sustancia.
Consciente de que su gran momento artístico se quedó en los 90, la artista ha sabido reinventarse año tras año, explotando sus bazas, pero sin entrar en el juego de las que llegan arañando para conseguir el trono que un día tuvo su nombre. Ella acepta que ahora se despellejen por él esas chicas sin prejuicios estéticos y con todo por demostrar (Miley Cyrus, Ariana Grande, Iggy Azalea). Pero se resiste a la retirada y se amarra a su estatus. Y lo hace sacando ventaja de sus armas.
La más poderosa de todas es su inquebrantable idilio con el público homosexual. Un romance que en Madrid vivió su esplendor cuando el 3 de julio de 2010 cantó para varios miles de personas en las fiestas del Orgullo Gay. Su espectáculo actual, que lleva el nombre de su último disco ('Kiss me once', 2014) pero en realidad es un repaso por su trayectoria, está inequívocamente enfocado a este sector de sus fans.
Desde el vestuario (estética sadomaso, cuero negro, corona de plumas, rollito 'drag') y las letras (son temas de amor, pero también de superación, dolor, pasión y perdón) hasta los ritmos de baile (en cada uno de sus cambios de vestuario los bailarines se quedan en el escenario medio en pelotas bailando techno y dance), no hay ningún detalle que se le escape. Su clase, ese glamour innato que no se compra con ninguna campaña de marketing, es su otro gran punto a favor para sobrevivir en el competitivo mercadeo pop.
Sin embargo, ¿hasta qué punto Kylie necesita todavía los mismos juegos de provocación sexual que ya explotó en su juventud? La cantante conserva una forma física estupenda, de eso no hay duda, pero es cierto que en los momentos más picantes del 'show', como cuando emerge de una bañera repleta de plumas con un conjunto de lencería, hubo quien pensó en esas fotos de Ana Obregón en bikini con las que las revistas del corazón nos sacuden el sopor estival cada mes de agosto.
Recostada en un sofá rojo con forma de labios
Todos los conciertos de la gira siguen el mismo patrón: una veintena de canciones en dos horas, que se dividen en cinco bloques y un bis. Es una estructura inteligente, que atrapa al espectador en todo momento. Siempre está pasando algo, los cambios (de iluminación, sonido, imagen, ritmo) son constantes. De ese modo, Kylie combate el síndrome de dispersión tan común en la actualidad, donde la atención es tan volátil como lo sería un niño expuesto a infinitas tentaciones.
La primera imagen que se muestra en el espectáculo es impactante. En el centro de todo aparece Kylie, recostada en un sofá rojo con forma de labios. A su alrededor se desplazan varios bailarines, cuya indescriptible estética flirtea con una suerte de elegancia retro-futurista, casi steampunk: ellos, haciendo ejercicio ¿con unas muletas?, y ellas, con un mono en blanco y negro con púas en la espalda, pelucones y pezoneras. Hay una pasarela que se adentra hacia el público, una pantalla gigante al fondo y una estructura metálica que sirve para jugar con la iluminación y los bailes.
Al borde del escenario se distribuyen medio escondidos múltiples ventiladores para que el pelo de Kylie siempre esté con volumen y su falda se contonee con picardía. La primera parte (bautizada como 'First Kiss') sirvió para que todos fueran entrando en calor, incluida la cantante, que se animó a hablar un poco con el público antes de presentar 'Wow'. Todas sus intervenciones fueron más bien tímidas y llenas de tópicos ("tenía muchas ganas de volver", "nunca olvidaré este momento") y aunque se atrevió a decir algunas palabras en español (muy aplaudidas), se echó en falta que sacara a relucir ese verbo ágil que muestra en las entrevistas.
Uno de los mayores hallazgos del 'show' fue la segunda parte: 'Secret Kiss'. Impactó el vestuario (esta vez inspirado en un cruce imposible entre el 'Mago de Oz' y la estética soviética) que iba a juego con las imágenes que se proyectaban en la pantalla (un homenaje al constructivismo ruso, con motivos geométricos y colores rojos y negros). Fue en este pasaje donde la australiana demostró que su propuesta tiene algo de conceptual; quizá no llegue a los extremos de Lady Gaga, pero sí que ofrece más chicha que, por ejemplo, Britney Spears o Katy Perry.
La mayor discoteca de la ciudad
"¿Estáis preparados para disfrutar de la mayor discoteca de la ciudad?". Tras conseguir con 'Spinning around' que gran parte del público se animara a cantar, Kylie azuzó a sus seguidores al dar paso a 'On a night like this'. La sala se quedó a oscuras, el volumen de la música subió y, por fin, todos se pusieron a bailar. Pero, como decíamos, este tour se basa en los cambios continuos. Y del cachondeo se pasó a la performance cursi-erótica, con Kylie disfrazada de una Barbie madurita pretendida por unos Ken veinteañeros.
El popurrí de 'Dizzy Kiss', donde se suceden varios retazos de distintos temas, daría paso a otro de los momentos más destacados de la noche, durante la parte de 'Lick Kiss', cuando sonaron 'Sexercize', 'Nudity' y 'Can't get you out of my head'. Ahí resurgió la Kylie voraz, que no duda en arrancarse de golpe un abrigo de cuero negro y quedarse en picardías. La australiana disfruta dando rienda suelta a su faceta hortera, vestida de mujer fatal y rodeada por su camada.
Y siguiendo con el esquizofrénico guión, llegó el momento íntimo de la noche con 'Beautiful' y 'Kiss me once'. Con un vestido largo de novia y pétalos cayendo del cielo, Kylie se convirtió en una princesa, un ser adorable con los sentimientos a flor de piel. La recta final ('Aussie kiss') está muy bien diseñada, con la cantante vestida de reinona, con taconazos y plumas por la cabeza. Sonó muy bien 'Get outta my way' y después se atrevió a cantar a capella con el público un poquito de 'Million miles'.
La sorpresa de la noche la protagonizó Jalal, un chico que estaba en una de las primeras filas con la pancarta: "Vengo desde Siria para hacerme un 'selfie' contigo". La cantante le invitó a subir a la pasarela y el chaval, nada más llegar junto a ella, subió los brazos al cielo. Temblaba tanto por los nervios que casi no pudo hacerse la foto junto a su heroína. La traca final incluyó 'The Loco-Motion', 'All the lovers' y, ya en el bis, 'Into the blue'. Kylie convenció a sus fans en Madrid y esta noche tratará de repetir en Barcelona, pero la pregunta es: ¿hasta cuándo mantendrá la diva un 'show' con tanta carga sexual? El tiempo lo dirá.(elmundo.es)
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